lunes, 22 de febrero de 2010

Para Arlot y su hermano



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El viernes por la mañana una madre y un niño llegaron a la calma temprana del CSM.

El niño era paciente de una de las psicólogas del centro. Su madre lo trajo, en plena crisis, tras saber que su mejor amigo había muerto el día anterior.

Quedamos impresionados por la noticia. Cada día muere gente, la muerte nos visita de extrañas y absurdas formas. Cuando muere un niño todo parece distinto. Parce obsceno y anormal.

A media mañana nos llamó el psicólogo del EAP de la escuela, pedían asesoramiento y visita para la hermanita del niño fallecido, que no entendía nada. Una niña de apenas 6 años, llamada Arlot.

Hice la gestión para dar cobijo a alguien que sé que lo necesitaba, hablamos con psicólogos y la enfermera infantil supo desde el primer momento lo que estaba sucediendo.

Tras el lapso del fin de semana vino un padre de otro buen amigo del niño, pidiendo ayuda para su hijo pues no acababa de asumir lo que había ocurrido. A media mañana ha venido Arlot con sus padres. Su padre, un hombre alto, que transmitia fortaleza, pero que supe con un tremendo agujero en el interior.

Luego les vi marchar. Arlot, una pequeña preciosa, con el desconcierto pintado en la mirada, de la mano de sus padres. Su madre, una mujer destrozada, con la serenidad de lo imposible dibujado en el rostro.

De puertas adentro se me rompía algo. No hay manera de calmar el tremendo dolor que supone una pérdida así, rápida, traumática, incomprensible.

Su historia me ha impresionado. Su dolor me ha impresionado.

El proceso de duelo sigue su curso. No será sencillo, no será suave, asumir lo que no se puede asumir. ¿cómo darle golpecitos en la espalda a la madre? ¿cómo decir las palabras mágicas que ayuden a sanar tan tremenda herida?

Una buena compañera del centro me decía, desayunando, que no hay momento para morirse.

Mayte, cielo, tienes toda la razón del mundo. Y si eres un niño, con mayor motivo, no hay momento adecuado para morirse.

Las leyes de la naturaleza pueden volverse absurdas a la vista de lo que sucede.

La vida, a veces, da mordiscos tremendos que dejan el corazón en carne viva.

Esta entrada es mi tributo a los que se ven obligados a marchar, tan a destiempo.

La vida ya tiene eso: nadie nos pregunta si nos apetece venir, y no nos podemos poner demasiado cómodos, nunca se sabe cuándo tenemos el billete, listo, para partir.

En cualquier caso, va por este niño, como tantos otros, condenados a irse a destiempo.

Va por Arlot, la niña con nombre de ada, que añora a su hermano.

Va por sus padres, a quienes acompañamos en su dolor.

Va por ellos. De verdad, sin tontas compasiones, con el corazón en la mano.

2 comentarios:

Joselu dijo...

Creo que no hay peor dolor ni más irreparable que el de perder a un hijo. Por eso pienso que otros tiempos tuvieron que ser terribles cuando morían tantos niños por la ausencia de antibióticos, infecciones... El otro día vi en la televisión un programa en que una tribu no daba nombre a sus hijos hasta que cumplían aproximadamente dos años para no crear lazos excesivos dada la fragilidad de la vida por la elevada mortalidad. No puede haber consuelo para esa madre. Y no hay psicólogo que valga. Ese dolor tiene que salir. Hace dos días vi una película que dieron en televisión recientemente. Creo que se titulaba Para que no me olvides. La actriz catalana Emma Vilarrasau encarnaba a una madre que perdía a su hijo en un accidente de circulación. Su desesperación era sobrecogedora. El espectador era consciente de ese drama espantoso. Un cordial saludo.

Yolanda dijo...

Qué frío interior me has dejado, Sarah, qué terrible perder a un hijo siendo un niño, no quiero ni pensarlo. ¿Cómo explicar esa muerte? ¿Cómo superarla? Ni me lo imagino. Es un miedo que tenemos todas las madres, y por desgracia a veces la muerte no pasa de largo y se lleva la vida de alguien que apenas ha empezado a caminar por ella.
Empecé a ver la película que menciona Joselu, pero no quise seguir. Soprto bastante dureza, pero no ésa. Por lo mismo sólo pude ver una vez "Todo sobre mi madre", una de las pocas de Almodóvar que me gustan. Y no quiero ver "La habitación del hijo". Hay otra parecida, cuyo título no recuerdo, que también trata de la muerte de un joven y de la reacción de quienes le rodeaban. Actuaba Marisa Tomei, si mal no recuerdo.
En mi colegio ha habido varias muertes de niños, y es terrible sentir después el hueco, y asistir al funeral con los padres, darles sus cosas... También murió en un accidente el hijo de una compañera, que iba al IES con mi hijo, y cuando la veo no me imagino cómo puede seguir viviendo, se me encoge al alma. ¿Qué se le puede decir? Casi me siento culpable por ser más afortunada que ella.
Terrible post...
Un saludo.


Lovecats, de Benita Winkler