sábado, 11 de julio de 2009

Back on top again: A tale from Burgos


6 días de descanso. Un lapso escaso para recuperar energías y la dichosa paz espiritual que tanto se nos vende en extrañísimas formas.



No vale quejarse. El viaje resultó magnífico.

Durante estos días dejé de lado el móvil, la televisión, los diarios (que nunca compro, que apenas leo). Las vacaciones de otro modo no me parecen tan completas.

Me gusta viajar. Cada vez más. He ido aprendiendo de cada pequeña salida que realizo a planificar, pero no demasiado, a dejar una puerta abierta a imprevistos y a la aventura. Voy logrando mochilas cada vez más ligeras. Con cada viaje descubro que voy necesitando menos de todo. Es una sensación tremendamente liberadora. Coordinarlo todo con el resto de la familia va dejando de ser traumático a como solía ser años antes.

Mi destino este año fue Burgos, en la parte nororiental de la comunidad de Castilla y León. Dista de Barcelona unos 590 km.

La parte sur de la comunidad, me dicen, es más seca. En Burgos se alternan inmensos llanos cultivados (con cereales en su mayor parte) con varias sierras y muchos bosques. Los ríos son una constante en esta zona, la mayoría de los que recorrí son afluentes tributarios del Pisuerga y del mismísimo Duero.




Los paisajes de los que disfruté son magníficos, no me esperaba tal estallido de color en esta zona de Castilla.

Sus pueblines son pequeños, a veces apenas unas pocas casas, pero siempre con su pequeña iglesia (coronada por nidos de cigüeñas, que fascinaron a toda la familia) y el bar. En todos los que visité había llegado el brazo del reciclaje, y la tríada de contenedores azul, verde y amarillo estaban bien visibles desde la carretera. Contenido básico de los pueblos: iglesia, bar y quizá alguna pequeña tienda para surtirse de lo más básico. Los mayores solían mirarnos pasar con curiosidad, desde sus asientos, a la fresca de la tarde. El tiempo se detiene en estos lugares, no entiende nuestras prisas, nuestra premura civilizada por degustarlo todo rápido rápido.



No pudimos disfrutar de todas las maravillas que los alrededores de Burgos ofrecen. Tampoco soy amiga del estilo "a la carrera" de ir viendo museos, pueblos, para presumir luego de la gran cantidad de lugares que uno ha visitado. Prefiero elegir unos pocos lugares, verlos con calma, disfrutar y tomarme tiempo para ir empapándome de lo que veo. Odio las prisas. Ciertamente las odio, yo, una apresurada urbanita mediterránea.

De esta guisa paseamos por el centro histórico de Burgos. Pasamos unas horas viendo la catedral, presentamos nuestros respetos ante la tumba de Doña Jimena y el Cid. Nos perdimos por sus innumerables rincones y salí borracha de arte y retablos. También subimos a la fortaleza de la ciudad, que muestra el trabajo de restauración que está llevando a cabo el ayuntamiento. La alcazaba está rodeada de un parque muy bonito desde el que se puede contemplar toda la ciudad, sus campos y sus sierras al norte y este de la ciudad. Uno de mis principales intereses fueron, cómo no, el yacimiento de Atapuerca. Visitamos Salas de los Infantes, en donde se puede visitar el interesante Museo de arqueología y paleontología. Estuvimos en Santo Domingo de Silos, visitamos Lerma, caminamos por el pequeño desfiladero de la Yecla. Bordeamos el valle de la Demanda, con sus cumbres y sus inmensos bosques. Dedicamos un día al nacedero del río Nervión, en esa zona fronteriza entre Burgos y Álava. El nacedero (nos avisaron) anda seco en estas épocas del año, por lo que no pudimos disfrutar de la imponente cascada que se forma. De todos modos, en el monte Santiago hay unos itinerarios a pie muy interesantes que permiten conocer todo el macizo y muestran el nacedero desde su parte superior, con vistas espectaculares de todo el valle desde un mirador que es una pesadilla para los que sufren de vértigo. Sus hayedos son... una maravilla para brujas como yo. Es difícil describir con palabras la sensación de inmensa paz que me recorría escuchando mis propias pisadas en el bosque, el crijido de las hojas bajo mis botas, los cantos de sapos y criaturas que se intuían a lo lejos, en una mañana fría, gris y sin apenas más visitantes que nosotros.


Quizá no es mucho, pero lo vimos despacio y hemos regresado con los ojos llenos de sensaciones, de colores más puros, de espacios más abiertos, de silencios más intensos.

Una de las cosas que ansiaba disfrutar más era precisamente esa: la soledad, el silencio del monte. El cámping en el que nos alojamos era pequeño, sencillo, pero cómodo y tranquilo, rodeado por bosques al lado del embalse de Uzquiza, a un par de kilómetros de Villasur de los Herreros. No había muchos turistas. De hecho apenas éramos 3 o 4 familias cada noche, salvo el fin de semana en que se animó un poco más. Por las tardes me gustaba mucho pasear por los bosques alrededor, o sentarme en el porche del bungalow con un libro a leer o simplemente a contemplar la lenta puesta de sol. Me choca que el sol se ponga media hora más tarde que en Barcelona por su situación más al oeste que mi ciudad. A veces ni leía. Me sentaba en la hierba a escuchar... a escuchar tan solo los murmullos de las aves, algún coche que pasaba a lo lejos, el rumor lejano del agua en el embalse o el de los rebaños de ovejas (muchas) que pastorean por la zona. Las cenas en familia: tranquilas en el porche ante la oscuridad creciente y una temperatura decididamente más fresca que la de mi tierra. Nos sorprendió encontrar mantas en las camas del bungalow. Las tuvimos que usar, dado el amplio intervalo térmico habitual en tierras de Castilla. Tras la cena un entretenimiento familiar al que he de decir que me enganché: el majhong.

Es posible que en días venideros cuente más cosas, sobretodo de Atapuerca porque fue muy interesante ver los yacimientos, lo que pueden mostrar de ellos y la reacción general de los visitantes. También merece la pena hablar de la cantidad de rutas de senderismo que hay, eso sin contar con el camino de Santiago, que tiene gran relevancia en tierras de Burgos.

Lo que tengo claro es que volveremos. Me encantó.

4 comentarios:

Carmen dijo...

Bienvenida a casa, Sarah. Me alegro de que la pequeña primate que habita en tí no haya decidido quedarse en el monte, porque te habría echado mucho de menos. Si alguna vez se te ocurre hacerlo, avísame, que puede que incluso te acompañe. Besos. Ada

Freman dijo...

:) ¡Felicidades!

sarah dijo...

Ada, de buena gana me hubiera quedado. Barcelona me viene grande últimamente, demasiada gente, demasiado ruido, demasiado calor, demasiado asfalto... en fin, algún día quizá logre escapar :)

¡¡¡Mr. Freman!!! I'm really pleased to see you here. Thanks a lot for your visit and your congratulations. You know, every day I'm getting closer to the picture of an old and terrible witch ha ha ha!!!

antrophistoria dijo...

Hola Sarah

Bienvenida de nuevo al mundo real. Mis vacaciones vendrán en agosto, ya me queda menos. A seguir con fuerzas.

Un saludo !!


Lovecats, de Benita Winkler