sábado, 22 de noviembre de 2008

El perdón

Tú fuiste quien casi destruye mi corazón
Tuviste tu oportunidad, la dejaste pasar.
Vivías en un mundo al que nunca podrías pertenecer
Sin tiempo para marchar

No puedes quedarte, no, no te puedes quedar.
Nada perdiste, todavía estás a tiempo de tomar ese tren.
Y debes hacerlo esta noche.
Un nuevo día vendrá, tú eres el hombre bajo la lluvia.

De qué sirve quedarse atrapado entre estas paredes?
Las lámparas están encendidas, mas no hay nadie en casa.
Un nuevo día amanece, mientras la lluvia fría cae.
Y ahora llegó la hora de caminar en soledad.

Cómo se siente uno cuando sobra tiempo para recordar?
Ramas yermas, como los árboles en noviembre.

Lo tuviste todo, pero lo despreciaste.
Ahora es tiempo de partir.

Cómo se siente uno cuando sobra tiempo para recordar?
Ramas yermas, como los árboles en noviembre.

Lo tuviste todo, pero lo despreciaste.
Ahora es tiempo de partir.




Todavía no estoy preparada para perdonar ciertas traiciones.

Esta mañana salí a correr al amanecer.

Era una costumbre olvidada que me apetecía mucho retomar. Hace un año y medio salía al romper el alba, a trotar unos kilómetros. Correr, espiar la salida del sol de camino al mar, con música en mi reproductor o el propio móvil, se convirtió en una rutina deliciosa que me reportaba el beneficio del ejercició físico suave y el clímax espiritual que disfrutaba en la playa, con el mar de fondo y el sol surgiendo suavemente de la línea del horizonte...

Pero ocurrieron cosas en casa, llegó el frío y dejé de correr.

Esta mañana ha sido muy bonito volver a hacerlo. Gaia ha regalado a los madrugadores un amanecer silencioso, tranquilo, sobre la mar serena del Mediterráneo que baña la ciudad de Barcelona. Entre las nubes que viraban a rosa palo el sol ha ido surgiendo, jugando a ratos a esconderse, ante mi mirada embobada.

Cuando mis músculos se han negado a correr he seguido caminando. He sentido la arena fría bajo mis pies, he bajado a la orilla a escuchar los susurros del mar... he recordado, he recordado hechos, a personas que ya son pasado en mi vida. No guardo rencores, siempre he procurado retener en mi corazón los buenos momentos pasados con otros. Intento comprender que las esquinas de los demás nos pueden dar en la mejilla y casi nunca hay culpables, porque no se pueden preveer las consecuencias que nuestros actos causan en los demás.

El tiempo cicatriza heridas... o no. No lo sé.

He dado vueltas a todo esto y he regresado con la alegría de un nuevo amanecer tras de mí.

He regresado a casa,sí, convencida de que me había despedido, por fin, sin rencores, de mi pasado más reciente, pero también he sabido que todavía no estaba preparada para perdonar... todavía no.

3 comentarios:

antrophistoria dijo...

Quién pudiera disfrutar de esas vistas marinas que describes. Yo soy hombre de interior, así que veo poco el mar, sin embargo puedo disfrutar de mi Sierra Morena y de las dehesas de la tierra extremeña.

Dale tiempo a las penas porque al final todo se acaba curando y quien sabe si, despues de ese amanecer, no te llega un nuevo día.

Un saludo Sarah.

Ramón María dijo...

Recuerda que cuánto antes perdones, antes mandarás el olvido al lugar de los recuerdos.

Se le dice adios y que vaya al pasado.


Muxus, sarah

sarah dijo...

Tener el mar cerca es una bendición, pero tener Sierra Morena es todo un lujo, que, ya ves, Antrophistoria, yo no tengo.

Extremadura es una gran desconocida para mí y le tengo ganas, como a Madrid y otras zonas de la meseta :) a ver si en el futuro las circunstancias me dejan visitarla...

Penas penas... sobre el pasado, ahora mismo, pues no albergo. Como expliqué en el post, me he ido despidiendo lentamente. Todavía no consigo sacarme de encima la sensación de traición extrema a la que una persona en quien confié me sometió.

El perdón, Montxu, es algo que llega un buen día. No es algo en lo que intervenga la voluntad. No he perdonado todavía y cuando lo haga me sentiré libre por completo, todo llegará...


Lovecats, de Benita Winkler