jueves, 9 de octubre de 2008

El hospital y el Mar

Mi situación laboral es precaria, dependo de las enfermedades de otros, de sus jubilaciones, de los cambios de orientación vital... me he enrolado en la dura vida del suplente. Sin seguridades, sin horarios fijos, sin futuros, sin certezas, sin acabar de tener claro que una sirve en realidad para esto en lo que se ha empeñado en servir.

Cuando trabajo me concentro en lo que hago, que casi nunca es igual. "No es un trabajo creativo, pero no hay dos días iguales" me dijo hace unos meses la primera persona que me introdujo en los entresijos de este pequeño universo, una mujer de fuerte personalidad, meticulosa, franca, divertida, dura, quién posiblemente nunca sepa la impresión que causó en esta insegura compulsiva que escribe...

En mi trabajo, cuando lo tengo, me desdibujo, soy... otra persona, sin pasado, sin futuro, sin circunstancias. Soy solo presente en su esencia. Me entrego y lo hago a gusto. Me encanta esto en lo que pretendo ganarme la vida. Pero...

... cuando la jornada acaba, ficho, contemplo a la salida el ambiente del lugar en el que trabajo, un lugar grande desde la perspectiva de mi limitada experiencia laboral, observo el ajetreo incesante de un sitio en el que nunca se descansa, en el que siempre hay actividad... salgo del edificio... ahí está el mar y me doy de bruces conmigo misma y la que soy, tras seis, siete, quizá ocho horas de trabajo...

Ayer por la tarde regresaba a casa a pie, bajo la lluvia. Caminar bajo la lluvia, con el mar a mi izquierda, (la siniestra, dicen por ahí :-) ) es delicioso. Contemplar el mar siempre me calma y me consuela, me hunde en la realidad, le da perspectivas a lo cotidiano. Tan solo saqué el paraguas en el último momento, por miedo a mojar los apuntes y el libro que estoy leyendo. Caminar bajo la lluvia es agradable, pero hacerlo al lado del mar es difícil de describir, es convertirse en agua. Todo se torna acuoso: agua en el cielo, agua en el suelo, agua en el cuerpo, agua, agua, agua, mar...

mar...
sabor, olor a mar...
a mar...
amar... (Anna Llauradó dixit)

amar... con las manos vacías,
amar,
amar... a quien no nos desea ya,
amar,
tan solo, sencillamente, amar.

El otoño va llenando de hojas amarillas nuestras calles, llena de grises algunos corazones, llena de agua y nubes nuestros ojos... y mientras paso de regreso a casa, la vida sigue su curso.

Hoy mi lugar de trabajo ha estado alborotado, una incidencia esta mañana lo ha tenido todo el día lleno de cámaras, reporteros, gente de los media, buscando, arañando, dando alimento a una curiosidad insana sobre un drama más.

El dolor de la gente no deja de ser algo común que habita entre todos nosotros, nada extraordinario ha pasado nada esta mañana.

Alguien, en algún lugar, no ha podido más, y se ha dejado llevar. Ha sentido la ira.

No deja de sorprenderme que a la gente le sorprenda, con la vida que se lleva en las grandes ciudades, que no haya más gente que pierda el control.

Lo más surrealista de todo es que yo, esta mañana, caminaba hacia mi trabajo (sí, casi siempre voy y vengo caminando), y llenaba mi alma con la paz de un amanecer tardío ya, pasadas las siete y veinte de la mañana. Llenaba ese amanecer con música gótica, algo melancólica, que ha añadido un matiz más a un renacer más, con el disco rojo solar que surgía en el horizonte, ante un mar no demasiado alborotado.



Cuánta paz en la playa, cuánta paz en mí misma, y qué distintas pueden ser las cosas para otros seres.

No pretendo entenderlo.

Dejo el link de la canción que escuché esta mañana, al llegar a la playa. Las imágenes quizá no son las que yo elegiría para lo que ha sido el amanecer en mi ciudad, pero la música me encantó. Me parece simple, bella...



Sed buenos :))

4 comentarios:

Ramón María dijo...

Fantastico relato....

Tienes un regalo en mi blog.


muxu bat

Tesi dijo...

El mar...Hace que no veo el mar...5? 6 años? Creo que la última vez que estuve en Santander jugando al rugby (no podía ser de otra manera).

sarah dijo...

Tesi, supongo que al ser un aguerrido mozo castellano estás acostumbrado a vivir sin esa presencia. A mí me costaría, creo, vivir rodeada de tierra, a lo sumo, rodeada de altas montañanas... todo tiene su aquel. Tu ciudad tiene rincones preciosos. Valladolid y Segovia están en mi carpeta de "pendientes" :-)).

¡Saludos!

Alonee dijo...

mmmm.... esta canción....
quizás tengas razón, y no sea la más apropiada para un amanecer.... pero remueve, uff, remueve...

me encanta ese disco...
Por cierto, que puedas ir andando a trabajar,... es un lujo hoy en día.... te permite...ver, pensar...

un abrazo.


Lovecats, de Benita Winkler