domingo, 3 de octubre de 2010

Oposiciones: la cuadratura del círculo

Ya no recuerdo en qué momento de estos últimos años decidí meterme en el culebrón de las oposiciones. Vino dado de los consejos de una persona con quien mantuve una intensa correspondencia (y algo parecido a la amistad) hará ya tres años. Luego, mi entrada en el mundo de las suplencias en el Hospital del Mar me abrió las puertas al "trabajo en la pública".

Así que me fui concienciando progresivamente. Recopilé mis escasos titulillos, me puse al día con el catalán (requisito imprescindible en mi comunidad autónoma, supongo que como en todas las que tienen una segunda lengua), comencé a husmear temarios...

La primera vez que me enfrenté a un temario me asusté. Me dije que sería incapaz de memorizar tanta tontería política. Tardé meses en enfrentarme de nuevo a un temario. Esta vez fue para comenzar a estudiarlo, armada de paciencia y no demasiada convicción.

Las primeras oposiciones a las que me presenté fueron las mejores. Leí apenas 5 de los 25 temas que entraban y fui muy tranquila. No tuve mucho tiempo para prepararlas. Tuve que compatibilizar el temario con el nivel superior de catalán que también estaba preparando, con el trabajo en el Hospital, la vida cotidiana y algunos sustos familiares que me tuvieron haciendo gestiones y más viajes a otros hospitales de la ciudad.

Tuve la suerte del principante: suspendí pero con una nota muy próxima al cinco (4,3). Aquello me dio ánimos y decidí meterme en serio.

Pasaron más meses hasta que salió otra convocatoria que me interesó, también en la sanidad pública. Decidí ir a clases porque el temario era ya de 30 temas, más complicados que las anteriores y tuve claro que necesitaba apoyo.

En esas me pilló el 2010. Llevo todo este año estudiando. Como ya expliqué en su momento, suspendí las de mayo (cuerpo de administrativos del Institut Català de la Salut) con un 4,6, una nota ridícula comparada con el 4,3 del la anterior convocatoria. Una nota ridícula para la que estuve preparándome cinco meses.

No podía dejarlo en este punto. En el camino aparecieron las oposiciones al cuerpo de auxiliares administrativos de la Generalitat, con un temario parecido al del ICS. Me apunté y seguí en la misma escuela (una de las de más prestigio en cuestiones de función pública de España) estudiando para éstas, que tendrán lugar el próximo 17 de octubre.

¿Cómo lo llevo? No lo sé. Si juzgo por el resultado del simulacro que realizamos ayer en la escuela mal: otro 4,3. Una vez más me traicionaron los nervios y cierto atolondramiento al leer las preguntas, un atolondramiento que no es normal en mí. Sé que sé más de lo que creo, pero no me lo creo. Por eso hago tonterías.

Las oposiones me traen de regreso al fantasma de los odiados exámenes. Siempre los he odiado. Mi primer impulso ante la hoja con las preguntas siempre ha sido la misma: levantarme y largarme bien lejos del aula. Siempre me hago la misma pregunta: "¿qué diablos hago yo aquí?"

Las oposiciones me recuerdan el fracaso que asumí hace años, cuando colgué una carrera que iba sacando mediocremente para trabajar y casarme. Siempre me ha quedado la espinita por no haber finalizado mis estudios. El trabajo y el novio fueron la excusa, una excusa barata: salí huyendo despavorida de la Universidad y de mis responsabilidades con mi propia formación intelectual.

Sin embargo, el gusanito del estudio no me abandonó. Estudié cursos de formación para reciclarme profesionalmente en mi trabajo como correctora; tras el nacimiento de mi hijo decidí reflotar mis antiguos estudios de inglés y me pasé 7 años, estudiando de noche, practicando de día con mi hijo las canciones del Rey León en versión original. Me saqué el First Certificate y luego fui a por el CAE que también aprobé, por más difícil que me lo puso mi hijo (imposible estudiar con un niño hiperactivo al lado al que hay que supervisar constantemente).

Así que me creí muy lista para enfrentarme a unos libros que pesan mucho, con leyes, artículos y jerga muy, pero que muy aburrida, con igual suerte.

En las oposiciones, las cosas no son tan simples. Tampoco yo soy la misma joven que memorizaba fórmulas químicas, estructuras cristalinas y intentaba cartografiar montes con su brújula y su martillo de geólogo. Ni es estudiar idiomas. De joven tenía capacidad, pero no ganas, prefería salir y divertirme.

Ahora tengo las ganas, pero no estoy muy segura de tener la capacidad.

Se me dice que el camino para lograr una plaza pública es largo y duro, más ahora, con la coyuntura económica y social que vivimos.

No es sencillo compatibilizar la vida privada con la profesional y encima de todo ello, sacar tiempo y neuronas para entender y luego memorizar tooooodo lo que se nos exige para entrar al servicio de ese cuerpo de élite que son los funcionarios.

Por otro lado, tampoco es un trabajo maravilloso, lo sé. Veo a gente que lleva años trabajando el la sanidad pública catalana y algunas son personas capaces, grandes profesionales. Otros son auténticas cargas para la sanidad, trabajan mal, critican todo y no dudan en endosar trabajo a los suplentes que van apareciendo. Se ríen un poco de todo "la silla es mía y de aquí no me mueven". Desde mi posición silenciosa, modesta de la suplente que hoy está aquí, mañana allá y pasado en el paro, veo muchas cosas, muchas, escandalosas. Hay gente que no tiene derecho al sueldo que le pagamos todos los contribuyentes, que no se lo gana. Critican con frecuencia a los que "abusan" del sistema y no se dan cuenta (¿no se la dan?) de que ellos hacen exactamente igual, desde el otro lado.

Pero, pese a todo esto, yo sigo, igual que decidí seguir tras mi fracaso en las de mayo. En este caso es más complicado porque se presenta muchísima gente (aproximdamente 16.500 personas); son una oposiciones de prestigio, con fama de atraer a personas muy preparadas. Hay dos pruebas iniciales, y una de ellas ha de eliminar a la mayoría (Tan solo pueden quedar unos 1900 personas para la tercera prueba, que consiste en la redacción en puño y letra de un caso práctico). Algunos de mis conocidos que hoy trabajan en la Función pública se han pasado varios años estudiando pacientemente. La perseverancia, la disciplina y un poquito de suerte les han permitido hacerse con la plaza. No seré yo la que llegue, estudie unos meses y se lleve el gato al agua.

En mi clase hay muchas mujeres, algunas de más de 50 años, algunos jóvenes, algunos hombres (muy escasos, por cierto) de mediana edad. Es curioso el tipo de conversaciones que se tienen entre las clases: dudas sobre el procedimiento administrativo común, problemas con los hijos que sacan malas notas, cabreos por la familia por no dejar espacio ni tiempo para estudiar... algunas comentaban con cierta sorna que posiblemente acabarían separándose por culpa de la oposiciones. Y risas, sobre todo muchas risas.

Yo creo que estas oposiciones todavía no son "las mías". Me falta todavía asimilar temario, me falta memorizar mucha información y no confundir la normativa estatal con la autonómica. Me falta templanza y serenidad, me falta pararme, ralentizar mi ritmo interior.

Sin embargo, hoy sé muchas cosas que hace un año no sabía: cuando me hablan de un recurso de alzada o un potestativo de reposición, no alzo la ceja. Cuando me cuentan sobre si algunos miembros del TC (Tribunal constitucional) hace tiempo que han agotado su mandato puedo saberlo porque conozco las normas básicas de su funcionamiento. Cuando mi marido recibió hace unos meses una multa por aparcamiento en un lugar y en una hora en la que él estaba trabajando (o eso dice él), pude decirle qué tenía que hacer y donde presentar su alegación; cuando el miércoles pasado fui a trabajar estaba en condiciones de contarle a cualquier piquetista que hubiera aparecido en el CAP que el artículo 28 de la Constitución española habla del derecho que tenemos los españoles a hacer huelga, y no confundirlo con la obligación de realizarla. (Por cierto, no vino ninguno y los que trabajamos ese día en el CSMA pudimos atender a los pacientes con toda normalidad). Es mucho lo que he aprendido del funcionamiento legislativo de este país. Incluso puedo recordar en qué titulo de la Constitución, o del Estatut está aquel precepto o aquél otro. Sé cosas que cuando vi por primera vez el temario no me creí capaz de aprender. Y sé lo más importante: que puedo hacerlo.

Así están las cosas, no puedo huir. Tengo que seguir.

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Dedico esta entrada a Adelina, Cristina, Carmen, Joana, Lucy, Pilar, Rubén, compañeros opositores (que no rivales).

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6 comentarios:

Lucy dijo...

Nena, tinc un nus a la gola, estic emocionada, de debò.
M'hi he vist reflectida. Passi el que passi estic contenta perquè hauré conegut persones com tu.
No permetrem que et desanimis, hem de fer pinya.
Un petó,
Lucy

Unknown dijo...

Me has emocionado tanto que casi no puedo escribir..... Con lo que TÚ vales no puedo creer que dudes tanto de tus capacidades, sólo te hace falta creer en tí un poquito, sólo eso. Ah! supongo que esta vez no sales corriendo porque sabes que no te vamos a dejar!
Un besote!!!
Adelina

samuel dijo...

Bueno, es que puede uno tener grandes capacidades pero la presion es la presion, de ahi que el nerviosismo y la duda sean inevitables, y por eso esta alguien nervioso, porque sabe que sabe. El que no tiene ni idea, no esta preocupado. Tienes tres profesiones, contando la de madre, y eso no es facil de llevar, me ha parecido un post muy sincero, ojala tengas mucho exito.

sarah dijo...

Lucy, Adelina: aquí valemos todas lo mismo, que ninguna de nosotras tiene una vida fácil ni circunstancias propicias. Aquí no hay lugar para las lagrimitas: seguiremos estudiando lo que haga falta. Todas lo estais haciendo muy bien.

Shalom, Samuel: como siempre es un placer tener tus comentarios en la buhardilla. Ya ves cómo nos tenemos que ver algunas "por nuestra mala cabeza" ja ja ja.

No he contado que estas dos últimas semanas se me ha puesto gravemente enfermo un familiar, con lo que a todo lo que ya llevo hay que añadir las visitas al hospital, las horas muertas en la habitación... en la que, claro, también llevo mis notas para repasar.

Mis desánimos nunca duran demasiado :) Todos somos más fuertes y podemos dar más de sí de lo que parece.

Gracias a todos por vuestra presencia.

PD: Odio el contencioso administrativo :-)

Peggy dijo...

En fin , no se por donde empezar ,pero me siento obligada a darte ánimos y apoyo , una que es funcionaria desde hace 20 años y saco una oposición de un grupo A nada mas terminar la carrera ,sinceramente tuve la suerte de dedicarme solo a estudiar, ya antes de finalizar iba encaminada a opositar y solo esa era mi meta .


La oposición es cuestión de tiempo, concentración ,es la lucha contigo mismo el peor enemigo , constancia, e incluso obsesión , todo el mundo puede sacarlas si lucha , antes o después se consigue, no es un examen normal que debes aprobar , es ser uno de los mejores .Si no es esta vez , sera la siguiente ... así que animo.

Kiss

sarah dijo...

Gracias por tus palabras, Peggy.

Estudiando he recordado más de un comentario tuyo sobre lo que es la carrera en el funcionariado y lo que cuesta llegar, lo mal visto que está... no es fácil, pero tampoco imposible.

Un beso.


Lovecats, de Benita Winkler