martes, 16 de junio de 2009

Comida

Cuando hablamos de simplicidad, de ecología, de moderación, de consumo, muchas veces pasamos por alto todo lo referente a la comida y su preparación, sus consecuencias sobre nuestra salud y nuestro entorno. Parece que la comida es como un tema aparte, aislado, algo que no tiene nada que ver con el resto.

Yo no lo veo así y hace unos meses ya apunté algo en este sentido cuando comencé a hablar de los supermercados y los mercados.

Si hablamos de simplicidad, de economía, de salud, de ecología, no queda más remedio que ponerse a observar detenidamente todo, insisto, todo lo que nos rodea. Esto incluye también la comida y nuestros hábitos alimentarios.

Nos sentamos ante la tele, sin ir más lejos, y nos dejamos atontar por los innumerables anuncios de productos quasi-mágicos. En la caja tonta hace tiempo que desapareció la comida real en aras de una industria alimentaria que nos vende aire, productos manipulados con promesas de salud, belleza y sobretodo sabor, en franca competición con el anticelulítico de turno o el último grito en maquillaje...

Una cebolla es una cebolla, un zumo de naranja es justo lo que parece, un yogur ha sido toda la vida un yogur, no un milagro con marca + patente. A nadie se le puede escapar que no hay producto más natural que el que tenemos en la cocina de casa, llegado directamente del mercado más próximo. El cacareado "sin conservantes ni colorantes" no cuela ni haciendo un acto de fe. Tan solo hay que hacer la prueba de realizar un zumo de naranja en casa y dejarlo en la nevera un par de días a ver qué pasa. Pasa lo que tiene que pasar y si con el zumo de marca tal o cual no pasa, todos sabemos la razón (salvo los que ese día no fueron a la escuela y estaban de novillos por ahí, que el resto os vimos :-)) )... esos no conservantes no estabilizantes ni saborizantes que el susodicho zumo "no lleva" hacen que las cosas duren y duren más de lo natural. Otro tema no menos importante es el destino de los nutrientes esenciales de estos alimentos tras toda esa manipulación e higienizado de los productos.


Con respecto a la publicidad, declaro que en ciertos momentos roza la desfachatez y el engaño más penoso. El verano pasado, sin ir más lejos, salió un anuncio, quienes vean un mínimo de televisión lo recordarán, que anunciaba un gazpacho con la coletilla de que "salía más barato que el hecho en casa".



Francamente, me dio mucha rabia el anuncio y me molesté en hacer la prueba. El resultado: el gazpacho que suelo hacer me sale más barato que cualquiera que pueda comprar, con un sabor mucho más genuino, que nunca es igual, claro, porque la cocina no es una ciencia exacta y depende de las proporciones de pepino, tomate, pimiento y ajo que se le ponga, depende de la inspiración del momento (no olvidéis que la cocina es un pequeño laboratorio en donde también hay arte), depende del grado de madurez y calidad de esos ingredientes... pero su sabor no tiene nada que ver con el que sale de un tetrapack. Por otro lado, el gazpacho que sale de mi cocina no lleva apenas sal, yo decido la cantidad que le pongo, y por supuesto lleva aceite picual de excelente calidad en la proporción que yo decido, que nunca suele ser más bien parco... ¿qué marca de gazpacho puede garantizarme semejante calidad de aceite en sus preparados? eso sin contar con la cantidad, siempre excesiva, de sal que lleva cualquier preparado industrial (y luego la gente no se explica las hipertensiones esenciales, ¡ja!)

Este es tan solo un ejemplo. Estos productos no ahorran realmente tiempo como dicen, salen caros, suponen un montón de envases de los que hay que deshacerse y encima implican que nos metemos en el cuerpo más porquerías cuyos efectos a largo plazo, ningún gobierno garantiza como inocuos (del dicho al hecho va un trecho).

Además, desde una perspectiva más personal, la mía, estos productos me desagradan porque me alejan de la verdadera naturaleza de los alimentos. No hay nada comparado a la belleza de las hortalizas en las paradas de los mercados, el espectáculo de color, por las mañanas, la charla amable con el tendero sobre la calidad de tal o cual fruto, las particularidades de su recolección (si se tiene la suerte de poder establecer contacto con los productores, algo en lo que estoy cada vez más interesada)... Fruta, verdura, frutos secos, expuestos al aire de la mañana. ¿Tiene eso punto de comparación con el brillo artificioso del cartón y sus promesas, por más diseño que le hayan aplicado al mismo?

2 comentarios:

Tesi dijo...

Adoro la fruta...

Es ver las fotos y me tengo que ir al frutero...

¿Has visto la serie 'Life'?

sarah dijo...

Tesi, mi pucelano preferido, ¡qué alegría verte por aquí!

La fruta es una de las cosas buenas de la vida, es asequible, lleva su propio envase, es bonita, está deliciosa en su punto y siempre es un espectáculo de color y perfume. Es alucinante la cantidad de nutrientes que aporta algo tan simple como una pera, una manzana, un puñado de cerezas... y luego nos vienen con el donut de turno o estos smothies envasados que prometen sabor, ¿es que la fruta por sí mismo no lo tiene?

No he visto la serie Life, pero le echaré un vistazo, gracias por la recomendación y por tu visita :)


Lovecats, de Benita Winkler