domingo, 5 de abril de 2009

SOLIDARIOS HASTA LA MÉDULA

Hace ocho meses que inicié mi trabajo como auxiliar administrativa suplente en un hospital. Durante este tiempo he ido conociendo una pequeña parte de todos los servicios médicos que un hospital de tipo medio puede ofrecer en mi ciudad. He aprendido un montón sobre la enfermedad, cómo se trata en nuestros hospitales, he aprendido a escuchar a los pacientes, a los médicos, me he introducido en el apasionante mundo de los términos científicos. No es sencillo navegar entre siglas, nombres acortados para procesos con nombres extraños y métodos a veces algo terroríficos.

Como consecuencia de todo ello, hace un par de semanas decidí dar un paso sencillo que quizá pueda suponer una ayuda para alguien que esté ahora en apuros.

Me he hecho donante de médula ósea.

Pregunté por ello en el hospital Clínic de Barcelona, uno de los centros de recepción de donantes. No es el único centro que lo hace, en cada provincia y localidad hay alguna institución hospitalaria que lo coordina.

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El procedimiento para hacerse donante es sencillo: en el centro de referencia de la localidad se rellena un cuestionario con información sobre básicos y un historial clínico. Se realiza una extracción de sangre. Extraen dos tubos, uno para realizar el estudio de compatibilidad y otro que será guardado para realizar un estudio ampliado en caso de aparecer un posible paciente compatible. Se firma una hora de inscripción en el Registro. En este documento se autoriza a inscribir los datos de compatibilidad en el Registro de donantes de médula ósea (REDMO. Lógicamente esta información es estrictamente confidencial y queda protegida en todo momento.

Una vez cumplimentado este trámite se entra a formar parte de la red mundial de donantes voluntarios de progenitores hematopoyéticos.

Es interesante saber que los donantes han de tener entre 18 y 55 años, que su estado general de salud ha de ser bueno. NO pueden ser donantes personas que hayan sufrido algún tipo de hepatitis u otra enfermedad infecciosa, tampoco los afectos de diabetis, hipertensión arterial no controlada, algún de patología que pueda suponer un riesgo añadido de complicaciones para el donante. Es bueno informarse antes si se cree que se tiene alguna condición que puede impedir la donación.

Las células madre se pueden obtener a partir de la médula ósea o de la sangre periférica. La condición del paciente y las circunstancias del donante pueden condicionar el tipo de donación. En todo momento el donante es informado de los procedimientos y tiene potestad para reconsiderar su decisión de donar o no.

La donación de médula ósea se realiza en quirófano, bajo anestesia general o epidural. Se realizan varias punciones en las crestas ilíacas posteriores. Es una pequeña intervención que requerirá del protocolo habitual de cualquier intervención: revisión médica completa en el centro en el que se efectuará la donación, que siempre será el más próximo al domicilio, el chequeo habitual para intervenciones (análisis de sangre, radiografía y electrocardiograma) que servirá para valorar el tipo de anestesia. Se practican además una o dos extracciones de sangre que serán autotransfundidas en el momento de la intervención. Los riesgos y efectos secundarios vienen dados por el tipo de anestesia recibida y son los habituales en cualquier intervención leve.

Sobre la donación de sangre periférica: Las células madre pueden también circular por la sangre tras la administración de unos fármacos llamados factores de crecimiento hematopoyético. Si fuera aconsejable este método, los preparativos son similares: analítica y electrocardiograma para ver estado de salud.

El procedimiento consiste en administrar unos días antes los factores de crecimiento hematopoyético por vía subcutánea. Se reciben dosis cada 12 o 24 horas durante cuatro o cinco días.

El día de la donación el paciente se instala en una sala parecida a las de las donaciones de sangre y tras pinchársele una vena del brazo se hará circular su sangre por unas máquinas que se llaman "separadores celulares". Son máquinas centrífugas que separan las células madre y retornan el resto al torrente sanguíneo del donante mediante una vena del otro brazo. Es un proceso que dura unas tres o cuatro horas. A veces es necesario repetir el proceso al día siguiente si no se ha obtenido el número suficiente de células.

Este procedimento tiene como posibles efectos secundarios la aparición de rampas musculares y hormigueo debido al uso del citrato que se utiliza para evitar la coagulación de la sangre en el separador celular. Es transitorio. También puede ocurrir que baje el número de plaquetas y glóbulos blancos, hecho que en dos tiene síntomas y que se normaliza en un par de semanas.

Puede ocurrir que unas semanas o varios meses más tarde se requiera al donante para una segunda donación para el mismo paciente por haber habido complicaciones en su evolución que suelen ser fallo del implante o recidiva de la enfermedad. Si el donante acepta la segunda donación, ésta suele ser casi siempre de sangre periférica.

(Información extraída de la hoja de consentimiento informado para donantes de progenitores hematopoyéticos)

REDMO (Registre de donants de medul·la òssia)
Fundació internacional Josep Carreras per a la lluita contra la leucèmia
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Entré decidida en la sala de donantes de sangre del Clínic. Era un lunes, un día tranquilo. Apenas dos mujeres y un guapo mozo estaban estirados y leyendo el diario mientras su sangre corría de sus brazos hacia las bolsitas en máquinas próximas a ellos.

He de confesar que soy miedosa, la sangre me aterra, es como una fobia, algo que llevo trabajándome desde hace mucho. Un pequeño problema personal conmigo misma.

Me senté muy valiente (pero menos) para realizar la extracción de sangre. Cuando vi la aguja mi valentía se desmoronó. Una semana antes me habían practicado una extracción de rutina para ver mi estado de salud y por primera vez había sido capaz de mirar cómo la enfermera buscaba mi vena y pinchaba mientras charlábamos amigablemente. Pero no estaba preparada para ver una aguja bastante más larga. Cerré los ojos y miré hacia otro lado mientras me esforzaba en controlar el sudor frío que se iniciaba en mis sienes y esa angustia tan conocida, precursora de un inminente desmayo. Abrí los ojos, la enfermera me miraba con recelo:

-¿Estás bien?

-Síiii, muy bien. Tragué saliva.

La enfermera no pudo disimular un gesto de "vaya, una miedica" mientras yo me apresuraba a visualizar lo menos parecido a una aguja que pudiera imaginar. Sentí el pinchazo y la aguja invadiendo mi vena. Respiré. Me sentía algo mejor. Incluso sonreí, por aquello de convencer a la enfermera de que "todo iba bien". Me temo que no la convencí. Era poco habladora, pero je je, llevaba el escepticismo pintado en su rostro.

He de decir que las enfermeras de los hospitales, las que yo conozco, son maestras en el arte de pinchar, son precisas, conocen con un leve toque si la vena es la adecuada o no, son decididas, lo hacen genial. Es algo que las aprensivas agradecemos en el alma.

La extracción fue rápida. La enfermera fue muy meticulosa en taponar la herida para que no se me hiciera un hematoma en el brazo.

-¿Bien de verdad?

-Bien, sí, de verdad (sonrisa boba de narices por mi parte).

-Ala, pues ya está. Te puedes ir a casa.

Supongo que imaginaréis que me puse de todos los colores al conocer a fondo el procedimiento. Igualmente dije que sí a seguir con el proceso de inclusión.

¿Por qué? ¿para qué complicarme la vida? ¿para qué meterse en anestesias, quirófanos y procedimientos algo desagradables?

Siempre he dicho que soy incapaz de meterme en el quirófano para ponerme una talla 95 de pecho, o conseguir unos pómulos más marcados, un trasero de lujo.

Esto es distinto.

Mi primera suplencia en el hospital la realicé en el servicio de hematología. He estado varias veces allí. Mañana regreso a este servicio, por las suplencias de Semana Santa. Es un servicio excelente, llevado por un equipo de médicos brillante, con una gran calidad tanto humana como profesional. De su mano entré en la vida de algunos de esos pacientes, víctimas de leucemias, linfomas Hogdkin y no Hogkin con todas sus variaciones. A algunos la quimioterapia no funciona o recidivan sus tumores o sus familiares no son compatibles para una posible donación. He conocido a unas cuantas de estas personas, les he mirado a la cara, les he preparado los papeles de las altas médicas, las recetas, les he escuchado en sus sueños, sus cosas.

Es difícil quedarse uno con todo lo que tiene cuando un poco de lo se posee puede ayudar a otro ser con problemas.

La búsqueda de un donante no emparentado es la búsqueda de una aguja en un pajar. Muchos pacientes mueren esperando que aparezca ese ser anónimo con quien tener algo en común, algo tan íntimo como la médula ósea o sus componentes.

Uno nunca sabe, en este camino, si va a necesitar algo de alguien.

Quienquiera que seas, el que ahora lee esto: nunca lo sabremos (las donaciones son siempre anónimas) pero... ¿te imaginas que quizá algún día mi sangre pueda salvar tu vida? ¿quién sabe si algún día un gesto tuyo, algo dado voluntariamente por ti pueda salvar la mía?

No nos pertenecemos. Nada ni nadie nos pertenece. El mío, creo, que es un pequeño gesto coherente en la incoherencia llamada Sarah. Así que no me halaguéis ni penséis en lo estúpida o quizá buenísima persona que soy por ello. Las cosas son así.

Quizá alguien que lea esto decida hacer como yo y... pasar a la acción. La mía supone una aguja más para buscar en ese pajar. ¿Quieres añadir la tuya?

4 comentarios:

Joselu dijo...

Muchas veces me he planteado ser donante de sangre, pero sé que la hepatitis (no sé de qué tipo) que padecí a los seis años, me lo impide. Ser donante de médula ósea es un paso muy valiente, no te lo voy a elogiar -sobre todo sabiendo lo miedosa que te reconoces-. Es emocionante que alguien pueda dar un paso como el tuyo y salvar algún día la vida a alguien anónimo. Ello contribuye a mantener la fe en los seres humanos. Un abrazo desde Galicia.

Moon dijo...

Hola Sarah!!
Me parece fantástico que la gente done cualquier tipo de órgano o sangre que ayude a salvar vidas. Estoy completamente de acuerdo y te aplaudo por haberlo hecho aun pasándolo tan mal con las agujas, jeje.

Yo en cuanto sea mayor de edad pienso hacerlo :)

Un saludo

Anónimo dijo...

Yo también te aplaudo, Sarah, porque confieso que yo tuve sudores fríos sólo de leer tu relato explicando lo que supone la donación y tu experiencia durante el análisis. ¡Qué gallina soy! Ada

sarah dijo...

Joselu, la hepatitis te impide cualquier tipo de donación de este tipo. No pasa nada. Hay muchas maneras de darse o de compartir por el camino, ninguna tiene más mérito, todas son buenas.

Moon, estoy segura de que no te quedarás tan solo en palabras, como decías de la gente en una de tus últimas entradas en tu blog. Si estás viva de verdad, llega un momento en que simplemente no te puedes quedar sentada en el sofá viendo la vida pasar, hay que mojarse, de un modo u otro, porque la vida es precisamente eso que nos pasa mientras intentamos planificarla, ya lo decía John Lennon :)) un besito, guapísima.

Ada, tú ya sabes de mi valentía, je je je, si me llaman para donar, en el blog aparecerá el segundo capítulo de este interesante culebrón... ciertamente, bromas y miedos aparte, ojalá pudiera mi médula pudiera servir... tan solo el que la necesita sabe el gran regalo que se le hace.

Un beso a todos, espero que vuestra semana santa haya sido buena. La de Ada y la mía, je je, ha sido movidita...


Lovecats, de Benita Winkler