domingo, 18 de octubre de 2009

El lector

En el curso del diálogo que Sócrates sostiene con Fedro en la obra del mismo nombre que escribió Platón, Sócrates explica una curiosa leyenda egipicia.
En ella el rey Thamus conversa con el dios Theuth (Thot para los griegos). Theuth es el inventor de las matemáticas, la geometría, la astronomía y la escritura. Así, Theuth ofrece su saber a Thamus, para que pase todo este conocimiento a su pueblo. El rey Thamus, tras considerar con detenimiento los pros y los contras del ofrecimiento del dios llega a la conclusión de que su pueblo estará mejor sin la escritura. El dios le dice que ese saber brindará sabiduría a su pueblo y mejorará su memoria. Thamus cree que, de aprender a leer, el olvido llenaría sus almas, dejarían de ejercitar la memoria porque confiarían en lo que permanece escrito, en lugar de su propio esfuerzo, serían unos caracteres ajenos a ellos los que traerían el recuerdo a su pueblo.


Extraído de The Spell of The Sensous (David Abram)
Fedro, Diálogos de Platón.


------------------------------------------------------------------------------

En ocasiones leo más de un libro a la vez. Alterno uno de lectura más densa con algo más ligero o que me cueste menos de leer, pueden ser de temáticas similares o radicalmente distinas. Me ocurre como con la música, soy algo dispersa.

Una mañana, hará cosa de dos semanas, al levantarme, reparé en un detalle de mi librería. Tengo muchos libros, he leído unos cuantos y otros proceden de regalos, restos de mi pasado como correctora en una empresa de artes gráficas. No sé por qué reparé esa mañana en uno que llevaba muchos años ahí, colocado pulcramente junto a los otros. Leí su título. "no puede ser" me dije, medio dormida, medio incrédula. Lo saqué de su estante, miré sus créditos, la sinopsis. Cierto: había estado ahí todo el tiempo, desde el año 98, ante mis narices.

Empecé a leerlo aquella misma tarde.

----------------------------------------------------------------------------
EL LECTOR, de Bernhard Schlink


Narra la historia de Michael Berg, quien en su adolescencia conoce a una mujer, Hanna, bastante más mayor que él. Mantienen una particular relación, que se ve interrumpida abruptamente por la desaparición de Hanna. Michael sigue sus estudios y en plena carrera de derecho vuelve a encontrarla, esta vez en el curso de un juicio a criminales de guerra nazis. Ella figura entre las principales acusadas. Michael asiste al juicio totamente embotado por el reencuento, por el conocimiento de las atrocidades que allí se juzgaban y su propia incapacidad para reaccionar ante todo ello. Culpa a Hanna, no la entiende. Se culpa a sí mismo por haber amado a una criminal... Hacia el final del juicio descubre la razón de sus rarezas, su afición a que le leyeran en voz alta, su huida de la ciudad, su marcha de la fábrica Siemens para alistarse en las SS: Hanna es analfabeta. Su afán de ocultar este hecho la hace incluso renunciar a la prueba que la hubiera exculpado y asume toda la responsabilidad de los hechos juzgados. Michael duda de si debe o no intervenir en favor de Hanna. Al final no hace nada. Hanna es declarada culpable y condenada a cadena perpetua.

Sus caminos vuelven a separarse y en el curso de los años Michael comienza a releer libros de su adolescencia, en el curso de noches de insomnio. Hanna se ha mantenido en su recuerdo, pese a los vaivenes de su vida. Así que empiece a leer en voz alta para ella. Graba en cintas sus lecturas, averigua en qué prisión cumple condena y le envía libros, libros. Al correr de los años Michael recibe pequeñas notas que le sugieren que Hanna está aprendiendo a leer y a escribir. A Hanna le acortan la condena y desde la prisión se ponen en contacto con él para ayudarla en su regreso a su mundo, pues es la única persona del exterior con quien ha mantenido algún contacto.

-----------------------------------------------------------------------------------

La prosa de Schlink es sencilla sin demasiados adjetivos ni adornos, pero consiguió hacerme llegar un mundo de sentimientos, angustias, dudas y certezas.

Trata de la revisión del horror nazi, tema que imagino no ha sido fácil de asumir por las generaciones de alemanes que nacieron tras la Segunda Guerra Mundial. Tengo buenos amigos alemanes con los que hemos hablado del tema. Sé que no lo llevan bien. Es difícil llevar bien una lacra tan tremenda, tan reciente, de la que en cierto modo no pueden escapar con una declaración neutra. Las reflexiones de Michael Berg sobre la revisión del pasado, la condena a su generación anterior, responsable de esos horrores reflejan esa inseguridad y ese desconcierto que menciono. La actitud de acusados y testimonios en el juicio es sobrecogedora, vista desde mi perspectiva de lectora anónima que no estuvo en ninguno de los bandos. ¿Cómo se puede vivir tras semejantes crueldades? ¿Cómo se puede vivir tras haberse salvado de un horror tan deshumanizador como debe de ser un campo de concentración? ¿Cómo seguir adelante cuando sabes que un par de calles más arriba vive uno de tus antiguos guardianes? ¿Cómo seguir tras la impunidad en la que muchos militares nazis no solo vivieron sino que fueron utilizados por los gobiernos tanto norteamicano como soviéticos para rehacer redes de espionaje, aprovechar su "sabiduría"?

Esa es una parte de la historia, pero hay otra: la relación secreta que Hanna y Michael mantuvieron. Michael tenía apenas 15 años. Hanna tenía 36. Una relación rara, de dominación, de silencios, de sexo, de descubrimientos, de lecturas, que condicionará toda la vida afectiva de Michael. Él dice que la traiciona con su afán de ocultar su existencia ante los demás. Dice: "Sé que negar a alguien es un tipo más bien inofensivo de traición. Desde fuera no se aprecia si uno está negando a alguien o simplemente pretende ser discreto o considerado [...] Pero el que niega a otro sabe muy bien lo que hace. Y negar una relación es una manera de socavarla tan grave como otras formas de traición más espectaculares". (pág. 72 de la versión castellana publicada por Editorial Anagrama). Michael se sentirá culpable el resto de su vida: por haber amado a una criminal de guerra y por haberla traicionado al negarla ante los demás. Al final, ¿hay salvación? ¿Es posible el perdón?

Hanna es una criatura que se avergüenza de su analfabetismo. Ella es otra víctima histórica. Un mundo que separa a todos aquellos que no leen y escriben. Esa ¿tara? la lleva a tomar dicisiones que acabarán arruinando su vida. De hecho se pasa la vida huyendo, en cuanto le ofrecen un ascenso, la oportunidad de mejorar laboralmente, ella huye, pues tendría que declarar al mundo que no es como los demás. Yo entiendo que tan solo por ese afán llegó a las SS. Es algo que ella acabará descubriendo y pagando muy caro. Todavía le quedará dignidad para asumir una culpa que no fue suya y afrontar las consecuencias. En la prisión aprenderá a leer y a escribir y –quiero pensar- se redimirá.

El lector es una novela compleja en su brevedad, apenas 200 páginas en cuerpo de letra grande. Pero me ha parecido impresionante.

Además, hay una versión cinematográfica por la que Kate Winslet recibió, merecidamente, un Óscar por su interpretación de Hanna. También he de mencionar la brillante actuación de Ralp Fiennes (uno de mis actores favoritos) en un Michael Berg adulto cuyo rostro me siguió durante la lectura del libro.

-------------------------------------------------------------------------------------

Ahora viene cuando alguien se preguntará qué tendrá que ver la leyenda del Fedro de Platón con el comentario de este libro. En un capítulo de The Spell of the Sensous, David Abram habla del origen del alfabeto. Es un capítulo apasionante. Vincula la aparición del alfabeto y, claro, de la escritura, a la separación definitiva del hombre del resto de seres vivos. Contrasta las culturas que se basan en la tradición oral y las que tienen el soporte de la escritura. En el contexto de nuestra relación con el resto del mundo, animado e inanimado, me resultó curioso encontrar precisamente un libro que habla de alguien que se menospreciaba por no saber leer y escribir. Un libro que, por otro lado, llevaba años en la estantería.

Es difícil imaginar ahora un mundo sin escritura, sin gente que no sepa leer y escribir. Sin embargo la transmisión oral ha sido durante muchísimo tiempo la forma de transmisión de identidades culturales, mitos, historias. La memoria que se esforzaba en no olvidarse a sí misma.

Sin embargo, con tanto soporte escrito y ya en el umbral de otro salto -el del registro virtual- no parece que nuestra memoria haya mejorado. Con qué facilidad olvida la Humanidad las lecciones de nuestro pasado. Con qué ganas se aprestan muchos en sembrar el olvido de cierto momentos de la Historia...

3 comentarios:

Alonee dijo...

....muy buenas, Sarah...

ufff, menuda entrada para reflexionar.... bonito tema de debate, sobre la riqueza de la herencia cultural, su pureza basada en una transmisión directa, y la hegemonía de la inteligencia, casi podría decirse del progreso a través de una sabiduría impresa, escrita en carácteres "ajenos"....
un placer leerte, Sarah, como siempre...

un beso.

Joselu dijo...

Las culturas africanas eran ágrafas. Ello no impidió un riquísimo mundo de fábulas, leyendas, cuentos y representaciones teatrales que tomaban vida y realidad cada vez que eran recitadas. La transmisión oral, hoy tan olvidada, es uno de los grandes patrimonios de la humanidad.
En cuanto al olvido de tantos fragmentos de la historia, cabría decir que nunca ha habido una generación tan desmemoriada como la que ahora está creciendo, las que están creciendo. El presente lo ocupa todo y el pasado que para las culturas ágrafas era sagrado es inexistente e innecesario. Cuando me refiero al presente quiero decir los cinco minutos que discurren como unidad de eternidad y que pasan a olvidarse en los cinco minutos subsiguientes. Un cordial saludo.

sarah dijo...

Gracias por vuestros comentarios.

Creo que esta entrada ha salido algo dispersa porque eran muchos los temas que este lectura sugirió.

Tu comentario, Joselu enlaza más con el otro libro The Spell of the Sensous, al que tendré que dedicar un análisis extenso porque merece la pena. Va en la línea de lo que comentas y me ha impresionado leer sobre ello pues parece que nosotros, educados en "la" cultura dominante ya hemos olvidado lo que ocupó durante mucho tiempo ese espacio a lo cultural, no siempre relacionado con la palabra escrita. La palabra escrita puede ser, a veces, una trampa en sí misma...

Alonee, somos dos ratillas de biblioteca a la caza de respuestas. Me alegra contar con tu compañía en la buhardilla.

Seguimos en contacto. Un abrazo


Lovecats, de Benita Winkler